lunes, 2 de octubre de 2017

¡Pamplinas y paparruchas! La naturaleza problemática de la comunicación humana.

¿Por qué caemos en la información falaz? 


Tenemos un problema enorme al momento de transmitir y recibir la información, su origen se encuentra en la misma evolución de la comunicación de nuestra especie y nuestra necesidad de reconocimiento por los demás individuos de los grupos que integramos; las razones para inventar o deformar la información son bastas y los afectados por esta acción no son pocos. De una u otra forma, nadie se encuentra exento del daño que ocasiona esto, en los peores casos el daño puede ser irreparable y terrible. 


Algunas veces se origina como una voraz trampa para el despreciable beneficio de algunos y otras veces su origen se encuentra en una inocente mal-interpretación de los datos que fue extendiéndose hasta llegar a las personas con más ánimos de compartirla que de verificarla; la información manipulada, imprecisa y falsa es ya una costumbre, una tradición de la humanidad, porque no es exclusivo de uno o pocos sitios ni mucho menos de una época específica. Son muchas las rutas que se recorren para obtener información e incontables las formas en que esta se ve incompleta o deformada a la vez que se difunde bastante rápido. 

Influyen mucho los defectos de la comunicación humana que el tratamiento de la información tenga constantemente resultados extraños y lo que provoca que el que habla es responsable de lo que habla y el que escucha es responsable de lo que escucha y lo que entiende, por lo que antes se debe tener nociones del tema tratado. Somos seres sociales, enteramente dependientes de la comunicación; el auge y desarrollo de las redes sociales en Internet, así como el Internet mismo, son parte de la cúspide de los esfuerzos y el trabajo duro por satisfacer esta necesidad. Actualmente la información nos rebasa, gracias a estas herramientas nos vemos completamente incapaces de conocer toda la que surge y la permanencia de esta incapacidad es inevitable por el cómo se expande la información; el problema se vuelve más complejo aquí: los torrentes de información transmitidos cada día incluyen más datos sesgados y falsos que precisos y muchos se ven incapaces de averiguar si la información que llega a ellos es correcta, precisa y útil, aunque muchos no sienten que sea su caso, lo es, les ocurre, y ocurre en todo el mundo, de una forma tan similar a como las matemáticas provocan poco interés en los más jóvenes, en los más viejos y en los de en medio; los seres humanos nos tragamos información falsa, incorrecta, incompleta, sesgada o manipulada con tintes ideológicos o supersticiosos cada día desde que el lenguaje apareció y se desarrolló.

El problema avanza junto con el tratamiento que el transmisor le da a la información; esa misma incapacidad de las personas de procesar la información de forma correcta tiene sus orígenes en las limitaciones cognitivas y reacciones bioquímicas en nuestro sistema nervioso (lo que conocemos como emociones) que nos permiten pasar a la acción o a la inacción después de dar tratamiento a la información del fenómeno del que se habla; estas mismas limitaciones se ven configuradas por aspectos sociales y culturales que juegan un papel importante como la educación, tradiciones, ideologías, prejuicios, creencias religiosas o identidades políticas.
La cantidad de elementos que pueden deformar la información desde el que la transmite hasta quien la recibe es considerable, por lo que debemos tener cuidado con la información con la que nos quedamos o la que nos quieren vender, así como la que transmitimos a los demás, antes de actuar de forma incorrecta y que las consecuencias provoquen algún daño considerable.

Los daños pueden ser desde un simple mal rato de disgusto y frustración discutiendo con alguien que cree que los dinosaurios no existieron o que cree que los humanos y los dinosaurios convivieron o peor, que cree que tienen formas humanoides y aún caminan entre nosotros manipulando nuestros gobiernos, también están los que ofrecen ratos de desesperanza al discutir completamente convencidos que el hombre no pisó la luna o los que se pasan horas afirmando que los artistas dados por muertos no lo están y que todo es una treta. Los daños varían y algunos han causado la muerte de personas como es el caso de algunos que ante la desesperación, el dolor y la angustia abandonan tratamientos médicos para utilizar "terapias alternativas" recomendadas por estafadores que prometen soluciones mágicas, mucho más veloces y sin efectos secundarios que los tratamientos médicos basados en el conocimiento científico; o el linchamiento de personas que hacían su trabajo al mismo tiempo que eran señalados como responsables de actos criminales de los que no estaban ni enterados por personas que no habían conocido; el daño también puede llegar a un enorme número de personas al mismo tiempo como el que provoca el furor de los movimientos antivacunas que dejan vulnerables a las comunidades en las que viven los que se atreven a vivir sus vidas sin aplicarse vacuna alguna creyendo que eviten males peores porque algún charlatán o fanático se los ha hecho creer mezclando casos de negligencia y errores humanos con teorías conspirativas como reducir a la humanidad o enriquecer a las empresas farmacéuticas...
La cantidad de ejemplos a poner aquí, lamentablemente, forman parte de una lista larga.

La solución a esto es enfrentar la información falaz e imprecisa, lo que no es tarea fácil ni corta, sobre todo si no se tiene conocimiento del tema, puede ser necesario poseer cierta formación científica, técnica o tecnológica, estar presentes en el suceso y/o conocer el contexto, y la más importante: dejar de lado los sentimientos si no estamos completamente seguros de que la información es correcta y veraz. Algo extraordinariamente difícil si nuestras emociones han sido alteradas, si es un ser querido o alguien que tiene nuestra admiración el que divulga información errónea o si no poseemos el conocimiento necesario (o la confianza) para sostener nuestros argumentos. La ignorancia, el miedo, la necesidad de comunicarnos y de ser reconocidos forman parte de nuestra naturaleza y nos pueden llevar a sufrir las consecuencias que trae el actuar con base a la información falaz.

Nuestra urgente obligación es aprender a seleccionar la información correcta antes de transmitirla, lo que se logra con ayuda de un conocimiento escéptico, crítico y sustentado en la ciencia lo mejor posible sin caer en la pseudociencia o en los extremos irracionales que apoyen nuestras creencias. Algo que es primordial y muy necesario en el periodismo. Quizá nuestra mayor impulso para lograr esto es la educación, que tiene el propósito de ser una inversión para lograr que las personas participen de manera inteligente y creativa en la construcción de un mejor futuro, pero la mayoría ve a las escuelas únicamente como centros de preparación para una mejor posición laboral y socioeconómica convirtiéndolas en meros centros de capacitación técnica; dejando de lado el aprendizaje para llevar un correcto crecimiento y desarrollo personal, calidad de vida, análisis crítico de nuestro alrededor y la aportación a la comunidad.

Como si no fueran suficiente las limitaciones cognitivas, las malas planeaciones en la educación, junto con otros aspectos sociales que nos ayudan a propiciar un pésimo tratamiento de la información, también encontramos a los charlatanes y los fanáticos. Personas que, debido a sus intereses particulares, con una enorme motivación de compartir sus creencias con quienes puedan, deforman o crean información falsa. Nuestra segunda urgente obligación es no dejarnos engañar por estos imbéciles que viven provocando emociones antes que conocimiento, y que viven de esas emociones intensas y ajenas como la histeria, miedo, o coraje e incluso de las buenas intenciones de hacer de este planeta un lugar mejor para otros, utilizando la intensidad de sus emociones para impulsar a quienes les escuchan les hagan publicidad o sean consumidores de sus productos. Algo que expongo muy bien en: ¡Cuidado con los sismos! ¡Cuidado con estudiar Geología y Geografía, cuidado con no estudiarlas!

Corregirlos y exhibir sus errores, una y otra vez hasta que dejen de cometerlos, siempre atacando los argumentos expuestos y no a las personas por más nefastas que sean (para eso hay leyes en caso de ser necesario). No se deben defender porque parece que «tienen razón en algo» y mucho menos bajo la premisa de defender la libertad de expresión, los charlatanes y los fanáticos deben ser exhibidos como lo que son y se debe exhibir la información falaz que comparten y con la que se aprovechan de otros, y con justa razón si insisten en seguir; aunque para muchos esto no es tan obvio, viven de eso y pareciera que "poseen conocimiento" y que es "imposible que destruyan su carrera para aprovecharse de los demás", pero pasa, muchas veces lo hacen, grandes sumas de dinero son, frecuentemente, el motor de sus intenciones; sin preocuparse por la seguridad o salud de su público, más que por mantener sus emociones a flor de piel antes que mantenerlos correctamente informados. La información que produce emociones vende, vende muy bien; y sus seguidores suelen convertirlos en "autoridades del tema", mientras que ellos sólo se vuelven números que les ayudan a lucrar con los sentimientos ajenos.

Nuestro deber: si una noticia lo primero que te provoca son emociones, desconfía un poco. El propósito de la noticia es informar más que emocionar. Nuestra mejor herramienta es el conocimiento científico. La ciencia no deja, y probablemente nunca dejará de ser la mejor forma que tenemos de obtener conocimiento y de procesar la información, principalmente en estos últimos años en el que los desastres naturales y los dilemas políticos se han robado la atención de muchos con ayuda de las redes sociales; aunque la narración de los sucesos relevantes que ocurren día a día no son los únicos que debemos poner en duda, la información obtenida por la ciencia también ha pasado por la manipulación y ha dado lugar a acontecimientos interesantes de los que escribiré en otra ocasión.

De antemano aclaro que mi intención de escribir esto se encuentra lejos de atender la moralidad de la verdad y la mentira, y de la bondad o la maldad de las personas para realizar lo anterior desde las filas de la religión y la espiritualidad, no por falta de interés o preparación, sino, porque las encuentro absurdas.